Es una mujer madurita con un cuerpo perfecto, pero su marido no le hace ni puto caso. A veces se ve obligada a salir a la calle a buscar a algún chico que esté dispuesto a tener sexo con ella. Normalmente siempre consigue al tío que quiere, lo cual no es de extrañar viendo lo buena que está la zorrita. En esta ocasión le tocó a un obrero de la construcción. Siempre que pasaba cerca de ellos le echaban piropos y le decían algunas burradas, ahora quería no solo que se las dijeran, sino que también se las hicieran.
El chico nada más llegar a su casa comenzó a follársela en la misma cocina y acabó corriéndose sobre sus dos grandes tetas tirados en el sofá. Su marido sospecha de sus infidelidades, especialmente cuando encuentra semen en el sofá, pero las pasa por alto.